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VOZ EN ESPAÑOL: Paula García: Desprográmalos, ahora es cuando…


Conversando con una compañera del trabajo empezamos a recordar la época de infancia en la que jugábamos quedó, la anda, jackses, bolinchas, ahorcado, suiza y mucho más, y me decía que su hijo pequeño, de entre 8 o 9 años, desconocía muchos de estos entretenimientos. Después de esta linda plática, no pude evitar observar a los niños que me topé de regreso a mi casa y la escena fue triste y dolorosa. Mamás dándole el teléfono al chiquito para que dejara de hablar y preguntar, niños menores de doce años con sus celulares de más de medio millón de colones, con sus grandes y coloridos audífonos de precios no menores a los 70 mil colones. Bebés usando aplicaciones y los papás con caras de orgullo, porque “ahora los chiquitos vienen con el chip de la tecnología”. Y no digo que la tecnología no sea maravillosa, que no trae beneficios y soluciones, eso es excelente. Lo doloroso es ver cómo esa tecnología consume y absorbe casi por completo a los más pequeñitos. La televisión, los juegos de video, los teléfonos inteligentes, tabletas y otros dispositivos dejaron de ser herramientas y se han convertido de a poco en accesorios casi tan necesarios como la ropa interior. Nos quejamos de la falta de humanidad, de la frialdad, de la incapacidad para conectarnos con el otro, y decimos que no comprendemos por qué los niños son tan “egoístas o malcriados”, y en algo sí hay una verdad de que son mal criados, pero la pregunta es quién los malcría si no sus cuidadores, tutores y padres. El ejemplo que les damos no resulta precisamente el más adecuado, con familias que no son capaces de sentarse alrededor de una mesa, de compartir, porque el tele está encendido en cada habitación y yo no quiero ver lo que vos, entonces me voy a comer al cuarto. Las salidas a comer afuera se acompañan de un celular en cada puesto sobre la mesa, pensar en paseos donde la señal de celular no alcance está excluido de las opciones, porque “Qué aburrido. ¿Qué voy a hacer dos horas metido en un carro con mi familia?”, y entonces yo pregunto: ¿Hablar? ¿Cantar? ¿Ver por la ventana el paisaje que se me regala? Esas ni siquiera son opciones contempladas, nos da temor saber que el contacto humano se puede dar, cada vez es más raro conocer personas que den y estén acostumbradas a dar un abrazo. Guardar distancia prudencial es sano, pero enseñar a nuestros niños a interactuar lo menos, llegar a la casa y que enciendan la compu, o el tele mientras yo hago mis cosas para que no molesten, no resulta una opción sana para nadie. Nos olvidamos que esos niños van para grandes, que si su interacción es con una máquina, la máquina no enseña modales, no pone límites, no sabe amar, no puede enseñar desde la experiencia y, lo peor, no siente ni se equivoca. Enseñar a vivir a los niños una vida sin comandos no es solo un reto para quienes son padres de familia, es una responsabilidad de todos los que tenemos contacto con algún menor de edad, aunque no sea sangre de mi sangre, los maestros, personal de salud, los padres de familia, tutores, madres sustitutas, tíos, primos, hermanos, amigos, apuesto que usted está en alguno de estos roles. El tiempo, más amor, más creatividad, más de las cosas simples y sencillas de la vida, esas son las fortalezas que vencen a cualquier aparato electrónico que pueda existir. Le propongo un reto, ahora que se acerca Navidad y empezarán a comprar regalos innecesarios para los chicos, vaya al área de juegos de mesa y propóngase regalarle a ese chiquitín especial un juego apto para su edad y, cuando se lo dé, regálele un poquito de su tiempo y saque el chancecito, tómese el rato y juegue, disfrute de las risas, mírelo a los ojos. Déjelo que pierda y enséñele que perder es parte de la vida, que no pasa como en los juegos electrónicos que “me muero y tengo 20 vidas más”, enséñele que en lugar de otra vida puede aceptar que perdió y darle otra partida, desestructúrese, compre un juego que lo rete a crear, a construir y, si no tiene dinero para comprar, no importa: con cajas de cartón y material reciclable hagan un proyecto juntos, usen el internet como herramienta para buscar ideas, cocinen algo juntos, embárrense las manos con pintura, con agua, con tierra, siembren algo juntos. No necesita trajes de astronautas para ir a otros mundos, solo ocupa la imaginación. Llévelo a acampar a la sala de la casa y duerman en colchonetas, y no se duerman sin antes compartir cuentos, invéntense un rally de pistas dentro de la casa. Hemos olvidado que los niños no ocupan juguetes, ellos solo necesitan nuestra guía, nuestra compañía y el permiso para soltar su imaginación. Los berrinches serán al principio, porque no conocen otros mundos que no sean los virtuales, pero usted conoce el mundo real, enséñele a usarlo.

No programemos a nuestros niños para ser como pequeños robots, mejor invitémosles a construir, porque son los que quedarán al frente de este mundo y los que se harán cargo de nosotros, que somos los futuros adultos mayores, y cómo podremos pedirles que sean amorosos, interesados y que nos vean cara a cara si no se los enseñamos en este momento. Ahora es cuando.

http://www.prensalibre.cr/

*Licda. Paula García Ureña Psicóloga, Terapeuta Gestáltica y Profesora Universitaria.

07:45 AM / Viernes 23 de octubre, 2015


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