VOZ EN ESPAÑOL: MIGUEL-ANXO MURADO Viajes en el tiempo
La globalización y la generalización de las tecnologías han borrado no solo las fronteras entre los países sino también entre los tiempos y las épocas, que antes convivían codo con codo. El mundo se ha hecho plano
(FOTO: EDGARDO CAROSÍA)
Hay una cosa que sabemos con casi total seguridad que no se inventará nunca: una máquina para viajar en el tiempo. De lo contrario, lógicamente, a estas alturas la habríamos visto ya. Sin embargo, viajar en el tiempo en sí, sin necesidad de máquinas, es algo que siempre se ha podido hacer. Hasta hace no mucho, de hecho, era bastante fácil. Si, por ejemplo, a finales del siglo XX uno quería visitar el siglo XXI, no tenía más que subirse a un avión con rumbo a Tokio y a partir de que aterrizaba en el aeropuerto de Narita ya empezaba a experimentar lo que era el futuro. El robot que te servía un café, las pantallas gigantes de la plaza de Shibuya, las mesas de sushi que giraban con un ligero sonido eléctrico; el tren bala, que atravesaba la ciudad por lo alto de un viaducto como en la escenografía de Metrópolis; la voz digitalizada que te iba hablando -sabe Dios de qué- cuando subías en el ascensor... Japón se dedicaba en cuerpo y alma a eso: a ser una especie de ejemplo del futuro, un catálogo, un anuncio para venderlo.
También si querías viajar al pasado era fácil hace treinta o cuarenta años. Bastaba con ir a visitar a los abuelos a la aldea, donde se empleaban todavía arados medievales, zuecos de madera y bastantes casas se las arreglaban sin electricidad. El emigrante que se iba a Alemania, el marinero que desembarcaba en un puerto africano, el soldado de remplazo al que le tocaba la mili en el Ifni, el misionero al que destinaban a la selva en Brasil, incluso el niño que iba a pasar un verano a Inglaterra para aprender inglés, eran viajeros en el tiempo que iban del pasado al futuro y vuelta, sin pasar muchas veces por el presente, que en esa época suscitaba muy poco interés.
Eso ha cambiado bastante. Lo pensaba esta semana, en la que se habló tanto de viajes en el tiempo, a cuenta de una película de culto. El 21 de octubre de 2015 era el día en el que los personajes de Regreso al futuro 2 viajaban a lo que entonces era el futuro, y al llegar la fecha, todos los medios se dedicaron a ponderar los pronósticos acertados y erróneos de la película. Leyéndolos, sin embargo, yo pensaba que el futuro ya no es lo que era, que se ha abaratado porque está en todas partes. La globalización y la generalización de las tecnologías han borrado no solo las fronteras entre los países sino también entre los tiempos y las épocas, que antes convivían codo con codo. Para bien y para mal, el mundo se ha hecho plano; sigue cambiando pero, como lo hace al mismo tiempo, es como la rotación de la Tierra, que no se nota.
En cierto modo, se puede decir que el futuro apenas existe ya. Manoseado por la ciencia ficción, mil veces vendido y revendido por las empresas de tecnología, es difícil distinguirlo de su propio márketing.
En cuanto a Japón, volví allí hace poco, muchos años después de haber ido por primera vez, y me produjo ternura. El mismo robot seguía sirviendo café, solo que con algunas abolladuras y remiendos; las pantallas de Shibuya me parecieron pequeñas y con poca definición; el tren bala, algo obsoleto. Tokio sigue siendo un lugar fascinante y singular, pero ya no es el futuro. Es más bien una especie de holograma, un sueño del futuro que se ha quedado congelado en el tiempo. Todo lo que entonces era allí único y exótico se puede ver en casi todas partes, en muchos sitios incluso de forma más espectacular. Es algo que sabemos por la ciencia ficción: todos los viajes en el tiempo terminan en la melancolía.
*Escritor e xornalista, 24 de octubre de 2015.
http://www.ejornais.com.br/jornal_espanha_la_voz_galicia.html